lunes, 18 de mayo de 2015

Cambiando la odontología mecanicista

Mi aportación como odontóloga empezó en hace 9 años en zonas rurales de Honduras como cooperante, donde la mayoría no tenían acceso médico. Se me quedaron grabadas aquellas bocas llenas de caries en niños. Algunos de los jóvenes ya habían perdido la dentadura parcial o completamente debido a la falta de  hábitos saludables. Nuestra labor principal en este proyecto solidario consistía en la prevención y en la promoción de la salud para evitar seguir con aquella epidemia de la caries.


En 2007 vine a Barcelona a trabajar donde, en mi opinión, se hace poca prevención y demasiado tratamiento invasivo. Aquí también la caries es uno de los problemas de salud importantes. Según los datos oficiales uno de cada tres niños y uno de cada dos jóvenes tiene caries. A partir de los 35 se convierte en una enfermedad generalizada, presente en el 90%.

En la mayoría de los casos, el trabajo del odontólogo ante una caries consiste en retirarla a gran velocidad destruyendo el tejido dentario deteriorado, para después reconstruir el diente con un material plástico. Y si dentro de un tiempo se produce otra caries bajo ese empaste, se hace una cavidad más grande, a veces eliminando el nervio. Y en este caso, además de poner un material extraño sobre el diente, le quedará un órgano sin circulación ni vitalidad dentro de la boca.

Pienso que este modelo mecanicista impone tratamientos que reemplazan a la naturaleza, sin importar las alteraciones biológicas que provoca a distancia. No se suele tener en cuenta que los dientes también son parte de la persona, que están integrados con el todo. Parece que se convierte al paciente en una máquina, se le van haciendo los tratamientos por partes y se desatiende  a la persona. Muchas veces,  la odontología se ejerce sin tomar tiempo para dialogar ni pensar en posibles factores causantes. 

Quise alejarme de este modelo y conviví unos meses en Costa de Marfil, en África, donde tras la guerra civil la situación social había empeorado. Afortunadamente, me sorprendí al ver aquellas sonrisas blancas y sanas. Comparé su dieta y hábitos y, evidentemente, la alimentación sin azúcar de los africanos era su mejor medida de prevención. Además, algunos usaban cepillos tradicionales hechos con las ramas de ciertas plantas comestibles, como del árbol de mango.


A la vuelta de África es cuando supe que había otra manera de trabajar desde la boca y empecé a estudiar el máster de Odontología Neurofocal y Terapia Neural. Desde entonces pretendo hacer pensar por qué generamos las caries e infecciones e intento trabajar con más conciencia. He visto que trabajar de manera más holística y preventiva es posible.

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